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miércoles, 23 de julio de 2008

Cronos


Mis clases de literatura clásica dejaron bien grabada la imagen de Cronos devorando a sus hijos; el tiempo tiempo lo consume todo, o la mayor parte de las cosas, y si no las convierte en nada, las hace más fuertes (será así, o de tanto escucharlo he empezado a convencerme, siempre algo de optimismo en la ekatombe) De cualquier modo, hoy siento, más que en otras ocasiones, el paso del tiempo, y no me refiero al frío transcurrir de los minutos en un reloj, sino al tiempo que se siente en el alma, ese que a ratos te entibia la vida, y en otro momento te abofetea y te abre los ojos.
A mi no me gusta mucho abrir los ojos, me gusta tenerlos cerrados, me gusta soñar, imaginar cosas, sentirlas... sobre todo sentirlas. No soy militante del mundo, aunque por alguna razón estoy atrapada en él. No me importan las noticias, no entiendo de política, no se si el euro ha ganado o no terreno frente al dólar, no me importa cuántas copas haya conseguido la Liga o cualquier otro equipo; sin embargo, me da risa escucharle al Shonatan Carrera, y me gusta putiar cada vez que aparece la espantosa cara del Uribe y del Bush en la caja tonta, y me preocupo por trabajar y conseguir esos yankis verdecitos en mi bolsillo, y me gusta morir de iras cuando el "poeta del fútbol" suelta alguna de sus barrabasadas y me gusta putiar al árbitro.
Hoy siento nostalgia, extraño la vida en el parke, vegetar como iguanas al sol, jugar al napalm, malabarear con freud, las excursiones al centro; extraño las laaaaargas conversaciones telefónicas, extraño a los amigos... puede ser que están tan subidos en el mundo que ya no tienen chance de cruzar un par de palabras... bueno...
Ahí viene cronos, mejor me voy.

miércoles, 9 de julio de 2008

Killa, el regalo del viento

Todo comienza un día soleado, un día muy importante para Killa, porque es su cumpleaños. Ella se levanta tempranito, se baña y está lista para salir; sus padres le hicieron un lindo sombrero tejido, se lo pone y le queda perfecto. Enseguida corre a visitar a Manuel, pero no lo encuentra, su mamá le dice que fue al pueblo con su papá, y que no volverán hasta la noche. Killa se pone triste, se muerde despacito los labios e intenta sonreír, tenía muchas ganas de jugar con su amigo, quería mostrarle su sombrero nuevo.
De repente, el viento levanta el sombrero, juguetea con él, y se lo lleva ondeando en el profundo azul del cielo. Killa intenta atraparlo, pero está muy alto, luego, poquito a poco, baja, y se deja caer en medio de la Aldea. ¡Viento juguetón! -sermonea Killa-, y corre tras su sombrero, pero unas manos labradas y morenas recogen el sombrero antes que ella, sus ojos se encuentran con los de Kunak, él le acerca el sombrero, y toca levemente su mejilla.
-¿Por qué estás triste? –pregunta el anciano, con voz cálida.
Killa esconde la cara con su cabello, y responde con una voz tan bajita, que apenas se escucha.
- Me siento muy sola, no tengo con quién jugar, y Manuel no está…
-Mi pequeña Killa, nunca estás sola – le responde Kunak- a menos que tú realmente lo creas, cierra tus ojitos, y escucha, pon atención, el viento silba tu nombre, estoy seguro que tiene algo importante para ti. Killa aprieta sus ojos, lo hace con mucha fuerza, y entonces, el viento juguetea con sus cabellos, los mece uno por uno, y luego, el muy juguetón, vuelve a llevarse el sombrero.
Killa corre alegremente, y a la distancia, se despide de Kunak, el viento ha dejado caer su sombrero cerca de la orilla del río. Ella se agacha para recogerlo, y al levantarse, unas gotitas de agua que se escaparon del río le mojan la cara.
Entonces escucha una voz, es profunda y gruesa, -Buenos días- dice el Río.
Killa se sorprende, -¿puedes hablar?- pregunta.
-Claro, siempre te canto cuando vienes a nadar, con tu amigo Manuel, ambos ríen y se divierten mucho, a mi me encanta escucharlos, por eso canto bajito. Pero hoy canté juntando todas mis fuerzas, porque quiero mostrarte algo, vamos, sígueme.
El río corre muy deprisa y ella lo sigue, suben la pradera, y luego la bajan, cuando Killa siente calor, el río le obsequia unas gotitas de agua clara para refrescarla.
Ahora llegan a un claro, donde los espera un pájaro, saluda alegremente a Killa, mientras ella admira los brillantes colores de su plumaje, parecía que sus plumas habían capturado un pedacito del arcoíris.
-Aún queda algún camino por recorrer- dice, con una voz aguda y cantarina- ahora yo seré tu guía, vamos, en marcha. Despliega sus alas y empieza a volar, Killa lo sigue corriendo con los brazos abiertos, para sentir al viento deslizarse entre sus brazos.
Luego de algunos minutos, el pájaro se posa sobre la rama de un gran árbol, sus raíces sobresalen en la tierra, y tiene un tronco muy grueso. Killa intenta trepar, y entonces, escucha otra voz, se trata del árbol.
-Llegaron muy rápido-dice.
-Recorrimos buena parte del bosque- señala Killa- tardamos muuucho tiempo.
El árbol extiende una de sus ramas para ayudarla a subir.
-Seguramente tienes razón- responde- cuando estás aquí durante tantos años como yo, ves pasar el tiempo de distinta manera, aprendes a ser paciente, yo vi crecer a tus padres, los conozco desde que eran niños pequeñitos, como tú.
-Yo no soy pequeña- espeta Killa- hoy cumplo 6 años
-Aquí hay alguien que necesita de ti – responde amablemente el árbol – Mira con atención, ¿lo has visto ya?
Killa observa, apenas distingue unos ojos saltarines y vivaces que la miran detrás de un arbusto.
-¿Qué será?- se pregunta- un jaguar… no, sus ojos son redondeados.
Ahora que mira detenidamente puede distinguir una cola enroscadita, Killa siente que su corazón se acelera, casi no puede contener su alegría.
-¡Es un cuchucho!- exclama. Se acerca despacito para no asustarlo. Es una cría que perdió a su familia, y está solo. Killa lo toma en sus brazos y le susurra dulcemente – Yo te cuidaré- El cuchucho la envuelve cariñosamente, y empiezan a jugar, ambos se divierten mucho. Al caer la tarde, se despiden de sus amigos, Killa sonríe satisfecha, sabe que ninguno de los dos volverá a estar solo.

FIN.

Listo, ahí les dejé el cuentito, ojalá que les guste :)